Nos ponemos en ruta. Cogemos la carretera 1 que va por toda la costa. Nuestro objetivo es llegar lo más cerca de San Francisco para poder devolver pronto el coche. Vamos parando en las playas, los miradores y los acantilados. Todo bajo la bruma de la mañana y el frío de la costa del Pacífico. Un poco más avanzada la mañana parece que se despeja, justo cuando paramos a ver los elefantes marinos. Están todos en una calita al sol, durmiendo o echándose arena encima. Son enormes, enormes. Sara y yo podríamos estar allí toda la mañana, pero tenemos que seguir. El próximo tramo es el Big Sur. Carretera ascendente y serpenteante que discurre por los acantilados y ofrece vistas chulísimas del Pacífico. Hay que estar atento si se quiere parar porque los miradores están improvisados en curvas, arcenes y se hace difícil parar.
Otro punto a tener muy en cuenta son los sitios para comer y las gasolineras. Escasean en esta zona y los precios pueden llegar a doblar el precio normal, por lo que se recomienda llevar comida y tener el tanque lleno.
El siguiente punto de la ruta es Carmel-by-the-sea. Un pueblecito costero con ambiente de lujo, cuyas casas son propias de cuentos por las formas y los colores. Damos una vuelta y seguimos el camino. Cogemos la 68 para evitar la 17 Mile que bordea la costa, más que por el precio del peaje, por el tiempo que nos queda.
Llegamos pronto a Santa Cruz. Hoy viernes, parece que hay conciertos de rock&roll en el paseo marítimo. Por una vez vamos a llegar a algo a tiempo!! Santa Cruz es como Santa Mónica pero en grande. Tiene muchas más playas, mucho más ambiente surfero, un muelle con muchas marisquerías y un paseo marítimo con salas de recreativos y un mini parque de atracciones. Al ser viernes está a rebosar de gente. Todos consumen palomitas, algodón de azúcar, perritos rebozados, helados, pizzas... por todas partes hay puestos de comida. Es como una feria de las películas, todo lucecitas, la noria, la montaña rusa, la música de fondo.. La atracción estrella es la montaña rusa de madera, construida en 1924. En Santa Mónica no monté en la noria, así que esta no me la pierdo!.. Son 5$ el viaje, pero merecen la pena si te gustan estas atracciones. Casi 2 minutos de recorrido con fuertes bajadas, giros.. Samu y Grego van diciendo que quién les habrá mandado montar, pero Sara y yo lo disfrutamos como enanas. Juan Antonio no se ha querido montar. Está en "modo ahorro" y todo gasto lo mira con lupa. Él se lo pierde. Para cenar vamos a las marisquerías del muelle, buscando la langosta de Maine. Al parecer sólo hay los miércoles y jueves, pero hoy no, así que tomamos un plato de pasta con calamares, gambas, vierias en una salsa de champán, mango y aguacate muy rica. Grego y Samu se piden un filete con pasta y marisco. Una mezcla que sólo se le ocurre a un americano pero que resulta ser buena combinación. Juan Antonio y su modo ahorro nos mira mientras los demás cenamos. Ha preferido gastarse 4$ en un mini perrito que no llevaba ni cebolla.
Después de la cena parece que se vacía todo ya que a las 23h todas las atracciones y restaurantes cierran, así que nos vamos en busca de un motel 6. Tenemos que hacer unos cuantos kilómetros de noche para encontrar uno. Ya estamos a final del viaje y yo estoy harta de dormir de mala manera sobre moquetas apestosas, así que Samu y yo nos cogemos una habitación para nosotros solos.
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